El experimento

Algunos bares de copas se convierten los viernes por la tarde en hervideros de comerciales. A imitación de los antiguos clubes ingleses (pero sin el glamour) se escuchan comentarios en voz alta sobre kilómetros, hoteles, planificaciones, rutas, restaurantes, visitas, clientes, jefes ... 

El experimento que cuento es real como la vida misma, pero tengo que omitir nombres, ciudad y protagonistas. 
Todo comenzó a gestarse en uno de estos bares de una ciudad cualquiera.


La ley antitabaco no había llegado con sus limitaciones y una espesa niebla de humo de cigarrillos cubría el establecimiento. 
Nuestros protagonistas hablaban y hablaban. 
Los nudos de las corbatas estaban ya aflojados, cuando alentados por las copas, los tres amigos comenzaron a porfiar quien era mejor vendedor.

Uno de ellos era comercial de banca, el otro trabajaba para unos laboratorios farmacéuticos y el tercero representaba a una empresa del sector alimentario. 
Fijaron las reglas del juego y se emplazaron.

La prueba: "Venta ambulante en un mercadillo de segunda mano".
Artículo de venta: Bolígrafos publicitarios, aportados por ellos mismos. 
Precio mínimo: 3 bolígrafos un euro.
Ganador: El primero que hiciera 10 euros de caja.  
Premio: Mariscada gratis.

Quedaron a las 7 de la mañana, desayunaron y se marcharon al mercadillo de otra ciudad, para evitar encontrarse con conocidos. 
Con el atuendo apropiado para el canal y gafas de sol, comenzaron la prueba.


Aquella mañana, sin la inhibición del alcohol la prueba no resultaba tan divertida. 
Para empezar, tuvieron problemas en encontrar ubicación, pues algunos vendedores habituales no tuvieron reparos en apartarlos de la zona de malas maneras. 
Se sintieron amenazados, desubicados y violentados. 
Sin el refugio de un buen traje, del ordenador, de la carpeta, del maletín... todo parecía más difícil. ¿Aquello era venta?

Dos horas después de comenzar, la prueba se había convertido en un martirio. Entre los tres no habían hecho más que 5 ventas y para colmo habían hecho trampas, entregando más bolígrafos de los acordados. 
Decidieron regalar los bolígrafos no vendidos a un anciano que exponía viejos marcos en una raída sábana... y dulcificar su derrota en aquella absurda competición inventada, acordando un inmerecido empate y no airear mucho el asunto.

Aquella semana, al regresar a sus respectivos trabajos fueron menos críticos y valoraron las herramientas de las que disponían.


Se podrían extraer muchas moralejas. Yo me quedo con algunas:
1. No presumas nunca de ser mejor vendedor que los demás, demuéstralo en silencio.
2. No infravalores canales de ventas que son desconocidos.
3. La venta no es un juego, sino un oficio y una disciplina a la que hay que respetar.
4. El viejo vendedor de marcos, seguro que vendió los "bolis" sin el incentivo del marisco.
5. Noche de artista... mañana de payaso. 

4 comentarios:

  1. D lo + divertido k he leido en la red sobre vendedores. Y m lo creo. Copitas, bacileo... ja ja ja :D

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  2. La 5 me suena, pero echo en falta un sector comercial en esa reunión , como siempre genial . Un saludo crack soy el Pekke

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  3. Hola Adrián:

    Muy interesante tu columna.

    Saludos desde Chile.

    http://mejorvendedor.wordpress.com

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