El mecánico y el aprendiz. Final.

RESUMEN: Ricardo, gracias a su sacrificio y trabajo, logra montar su propio taller mecánico. Aplica una peculiar filosofía que consiste en reservarse parte de sus conocimientos para evitar que sus aprendices puedan algún día hacerle la competencia.

La gran proyección que llevaba Ricardo se estancó bruscamente. Nadie quería trabajar con él como aprendiz, pues al tiempo se daban cuenta que allí no progresaban.
Con el tiempo, llegaron nuevos competidores y su establecimiento dejó de ser rentable.
Él se comportó como un testarudo y no varío un ápice su estrategia. Ni siquiera escuchó a su esposa y sólo se consolaba pensando en que pronto, su hijo alcanzaría la edad de interesarse por su proyecto. A él si le revelaría todos sus conocimientos y juntos levantarían aquello nuevamente.
Pero cuando llegó éste momento, su hijo prefirió marcharse a la ciudad a estudiar Magisterio, pues su ilusión era ser profesor y enseñar a los demás.

Ya con avanzada edad, se encontraba un día escondido entre sus mugrientos sacos cuando escuchó el noble y rítmico ruido de un motor. Alzó la mirada entre sus gafas para la vista cansada y observó la entrada de un flamante Mercedes Benz 220 de importación.
Dejó la faena y se acercó para atender a aquel desconocido cliente.
Cual no sería su sorpresa cuando reconoció saliendo de él a su antiguo maestro de taller. Con él había aprendido treinta años atrás todos los secretos de la mecánica.
Su antiguo profesor regentaba ahora tres concesionarios oficiales en el centro de España.
Acababa de sufrir un inoportuno pinchazo en un neumático y decidió adentrarse en el pueblo para reparar la rueda. Vio un taller desolado y casi abandonado... pero decidió entrar.

El hombre del Mercedes, extrañado por el fracaso de su antiguo pupilo, no tuvo reparos en preguntarle como había llegado hasta aquella situación.
Hablaron durante largo rato y Ricardo se sinceró ante su mentor. Éste le apuntó sin dudar, las que creía que fueron las claves de aquel fracaso:
-"No enseñaste bien a tus aprendices motivado por la inseguridad que tenías en ti mismo".
-"Seguramente dejaste marchar a grandes colaboradores".
-"Aún viendo el fracaso de tus métodos, no cambiaste de estrategia".
-"No deberías haber proyectado las dificultades de tus inicios a los demás".
-"La proyección de tu equipo es la que te hubiera hecho grande".
-"Descuidaste tu fama y reputación amparado en ser el único taller del pueblo"
-"No escuchaste a los que te rodeaban: familia, empleados...".
-"Intentabas evitar la competencia en vez de prepararte para luchar con ella".
-"Y sobre todo no aprendiste de mí que compartir genera valor".

Ricardo asentía cabizbajo... aunque ya era demasiado tarde para cambiar... ¿o tal vez, no?

2 comentarios:

  1. Absolutamente de acuerdo. Dirijo un grupo de técnicos que son mi "fuerza de ventas" y si hay algo de lo que me vanaglorio es precisamente de haber conseguido que los conocimientos se expanden entre ellos por "contacto". En nuestro sector había técnicos que daban la espalda a los aprendices para que no supieran lo que ellos, 10 años después aquellos dinosaurios ya no están y los que eran larvas ahora dominan la profesión. En mi delegación no hay secretos profesionales y hemos pasado a ser la empresa colaboradora nº1 de la multinacional para la que trabajamos, el grupo ha sido el gran beneficiado de esa política.

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  2. Gracias Joaquin. Muy interesante tu aportación, una vez más. Tu ejemplo, pone de manifiesto las teorías de que el inmovilismo puede ser derrotado y para ello es necesaria una nueva dirección que trabaje la motivación, innovación, cualificación y trabajo en equipo. Quienes no estén en esa onda en los tiempos que corren... lo pasarán muy mal.

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