Historia del leñador

La historia que narro está a punto de convertirse en un clásico. La misma sigue invitándo a la reflexión.

Cuentan que en un pequeño pueblo se produjo una competición entre leñadores. Había que cortar el máximo número posible de troncos en un tiempo determinado. 

Se produjeron eliminatorias, hasta que llegó el día de la final. Aquel día se habían congregado en la plaza del pueblo gran cantidad de personas, llegadas de distintos lugares para presenciarla. Un árbitro imparcial llegado de la capital daría fe del vencedor contando el número de troncos partidos completamente. Se habían preparado dos hileras de troncos.
Uno de los finalistas y el gran favorito era un joven fornido natural de la zona. El otro finalista era un delgado hombre ya metido en años y de complexión delgada aunque fibrosa.
Se dio el pistoletazo de salida y ambos comenzaron a golpear sin parar sobre los troncos. Los trozos de astillas salían disparados y el olor a madera húmeda impregnaba el lugar.

El joven fornido sudada su esfuerzo y levantó la vista para observar a su rival, al cual vio sentado de espaldas sobre un tronco. Aunque sorprendido por su pasividad siguió golpeando con fuerza la madera. De vez en cuanto observaba como su contrincante hacía una parada y se volvía a sentar dándole la espalda. “Estará fatigado y necesitará tomar aire. Es normal es demasiado mayor para esto” pensó. No por ello se confió ni dejar de golpear con fuerza mientras resoplaba con fuerza rítmicamente.

Tras una agotadora hora, el árbitro hizo sonar la campana para avisar a los contrincantes que la prueba había finalizado.
El árbitro iba realizando el conteo de los árboles mientras que el joven aspirante, secaba su sudor en una toalla a la par que mostraba una sonrisa de satisfacción. Pero cual fue su sorpresa, cuando oyó a pleno pulmón proclamar campeón a su rival y vio levantar el brazo de su oponente.
No pudo disimular su descontento y formalizó su queja: -“No puede ser. Se debe tratar de un error. Por favor hay que realizar un nuevo recuento”. El árbitro, algo receloso accedió a su petición pero el resultado no mostró variación alguna.
Cabizbajo y herido en su autoestima acabó asimilando su derrota y fue a felicitar a su oponente. –“Te doy la enhorabuena. Felicidades. Pero de verdad que no entiendo como has podido ganarme. Te he visto varias veces parado descansando mientras que yo no he parado de golpear”.
-“Gracias por tu felicitación joven, creo que serás un gran campeón cortando troncos pero en ésta ocasión te equivocas. Yo no paraba para descansar. Tú me veías sentado dándote la espalda pero yo no estaba descansando, estaba afilando mi hacha”.

6 comentarios:

  1. Como la vida misma. Las versiones 2.0, 3.0 y asi sucesivamente, no son moda. Son una necesidad no solo para alcanzar el existo. Simplemente para estar.
    AJRM

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  2. Estimado AJRM, fijas bien la diana. El renovarse no es necesario solo para mejorar, es imprescindible para sobrevivir en un entorno sumamente competitivo y a veces regido por las leyes de la selva. Gracias por la aportación.

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  3. Recordaba la historia de un antiguo curso, pero muchas gracias por refrescarla. Realmente es buena. No es perder el tiempo dedicarlo a organizar, planificar, fijar el foco y salir a la acción con la preparación necesaria. Saludos desde Manzaranares (Ciudad Real)

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  4. Muchas gracias, amigo lector de Manzanares. LLevas toda la razón en que la organización y planificación es clave. Pero eso sí, dicho trabajo debe ser igualmente medible para lograr los objetivos de mejorar la efectividad y el de ser una excusa para ralentizar los trabajos de campo.

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  5. Afilar el hacha o la sierra es precisamente el septimo hábito de la gente altamente efectiva de S. Covey, que precisamente trata sobre esto. Una lectura recomendable. Gracias por el artículo.

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  6. Muchas gracias por la aportación. Te doy toda la razón Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva es un gran libro para leer detenidamente y continuar consultándolo de vez en cuando. Han surgido otros intentando imitarlo, pero no dejan de quedarse en eso, en intentos.
    Gracias por pasar por el blog.

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